Pueblos Blancos

Tradición repostera

La herencia que han dejado a su paso las diferentes civilizaciones asentadas en los Pueblos Blancos sigue presente en muchos aspectos de la vida de la comarca de la Sierra de Cádiz. Desde tradiciones, festividades y patrimonio arquitectónico, los habitantes de estos municipios han logrado que ese legado trascienda a través de generaciones y el paso del tiempo.

El amplio recetario sobre el que se asienta la gastronomía serrana no es solo un gran atractivo turístico y un fuerte motor económico, sino una muestra más de la influencia que han tenido los antiguos pobladores de estas tierras. Muchos de los platos que componen un menú tradicional de los Pueblos Blancos encuentran su origen en la época en la que musulmanes y judíos habitaban a lo largo de la geografía serrana. De esta manera, de la tradición árabe podemos rescatar dulces como los gañotes, tiras de masa aromatizadas con canela y limón dispuestas en cañas que son fritas y retiradas, dando como resultado un dulce alargado, redondo y hueco por dentro. De misma procedencia nazarí encontramos los borrachos o pestiños, una de las recetas estrella de la Cuaresma y la Semana Santa y que podemos encontrar en sus diferentes variedades, rellenos de crema o de cabello de ángel.

Desde entonces, través de los siglos y gracias a la transmisión oral se han conservado estas recetas como parte inherente de la cultura local. La proliferación de conventos y otros edificios religiosos tras la Reconquista supuso un fuerte impulso en la gastronomía de la comarca. Las monjas que moraban tras los muros de estos templos eran maestras reposteras que alternaban la oratoria y la fe con la elaboración de postres de gran calidad. En la actualidad, esta tradición sigue viva y podemos encontrarla en conventos como el de las Mercedarias, donde las hermanas reposteras elaboran dulces como alfajores, delicias de almendras, pestiños, tortas de almendras o sus inconfundibles empanadillas rellenas de cabello de ángel.

A pesar de que esta práctica se sigue realizando, muchos de estos productos se han desligado de su connotación religiosa para ser vendidos al público durante todo el año. No obstante, algunos postres siguen fuertemente ligados a festividades concretas y en muchos hogares su elaboración continúa ligada a la tradición dictada por el calendario cristiano.

Bollos de leche, roscos, huevos nevados, tortas rellenas, roscos de vino, cubiletes, amarguillos, bizcocho de piñones o los buñuelos de viento son solo una pincelada de una extensa lista de dulces tradicionales que podemos degustar en restaurantes y comprar en pastelerías y confiterías artesanales repartidas por toda la comarca. Pocos son los visitantes que consiguen resistir a la tentación de probar cualquiera de estos exquisitos postres y volver a sus hogares sin un trocito de nuestra gastronomía que, sin lugar a duda, les dará un motivo de peso para volver.